En 1998 la socióloga y activista Judy Singer acuñó el término neurodiversidad como sinónimo de biodiversidad neurológica. Así como la biodiversidad indica la coexistencia y diferenciación de varias especies en un ecosistema, la neurodiversidad define la variación natural entre un cerebro y otro en la especie humana.
En la inmensa neurodiversidad humana, algunas personas comparten una serie de características en comparación con otras. Sin considerar las diferencias individuales, la mayoría de los individuos sigue un desarrollo neurológico que puede considerarse típico. A estas personas se las denomina neurotípicas.
Una parte más pequeña de la población comparte un desarrollo neurológico en algunos aspectos diferente al de la mayoría, descrito desde un punto de vista estadístico como atípico. Estas personas se definen como neuroatípicas o neurodivergentes. Como término descriptivo en el paradigma de la neurodiversidad, neurodivergente es aquel ser humano con un neurotipo diferente al privilegiado por la sociedad en donde se desenvuelve.
Un neurotipo es un conjunto de características neurológicas y de funcionamiento neurocognitivo, que comparten un grupo específico de personas que son parte de la neurodiversidad de la especie humana, y que se diferencia del de otras personas que se consideran típicamente normales.
Hay neurotipos divergentes que son genéticos, como el autista, Síndrome de Down, Rett, TDAH, etc. Otros son producidas por enfermedades como el Alzhaimer, la demencia senil, la epilepsia... etc. También los hay producidos por condiciones o trastornos emocionales, como depresión y ansiedad. Algunos otros son producto de lesiones cerebrales, adquiridas durante su gestación, nacimiento, por accidentes, etc.
Otras neurodivergencias, como son la sociopatía o las altas capacidades, pueden llegar a ser privilegiadas socialmente, cuando el resultado de las acciones y conductas de quienes las poseen, beneficia a un grupo social que tiene el poder político, económico o cultural, que establece los parámetros de lo que debe ser aceptado socialmente.
Muchas neurodivergencias pueden llegar a ser discapacitantes para las personas, quienes requieren apoyos permanentes, eventuales o intermitentes, para lograr una participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con los demás, y para superar las barreras sociales, físicas, mentales, intelectuales o sensoriales que pudieran presentárseles.
El movimiento de la neurodiversidad surge ante la dificultad de acceso a los derechos y por la discriminación que viven las personas neurodivergentes, al tener un procesamiento cognitivo, emocional y sensorial diferente al establecido por la neuronorma socialmente construida. El concepto de neurodiversidad nos permite considerar las varias características neurológicas, sensoriales, comunicativas y sociales como diferencias naturales en el desarrollo humano.
Esta visión nos ayuda a observar las cualidades y características de otras personas sin juzgar que sean correctas o incorrectas. Así, las personas neurodivergentes y neurotípicas pueden interactuar en un intercambio y entendimiento común, en que las diferencias no se perciban necesariamente como un déficit.
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